sábado, 2 de mayo de 2009

Víctor Cabrera


Víctor Cabrera (Arriga, Chiapas; 1973). Es autor del libro de fábulas y ficciones breves Episodios célebres (Instituto Mexiquense de Cultura, 2006), de la plaquette Diez sonetos (edición de autor, 2004) y del poemario Signos de traslado (Juan Pablos / Leer y Escribir, 2007). Ha colaborado en distintas publicaciones periódicas como Luvina, Alforja, Revista de la Universidad de México y Punto de partida. Fue becario, en el rubro de poesía, del programa Jóvenes Creadores, del Fonca, durante el periodo 2006-2007.

Más en la revista Punto de partida, Unam y en la bitácora personal Asuntos domésticos.


Caracol

No poeta,
peatón:
me purifico,
desherrumbro mis goznes
aceito mis bisagras
y al tum tum de mis pasos
mi corazón se ensancha.

Maduro así
—peatón—
hacia mis lindes,
entro en calor,
inventan el mundo mis pisadas:
de la acera nacen cosas,
nombres de agua
(madurar es hacerse de palabras):

Deshacerse de rémora,
fluir sin nada,
caminar y soltarse las amarras
(andando el corazón es una casa).


Paseo

No dejaré que la muerte me arrebate
de este sábado al lado de mis hijos
ni que el traje solemne
del servicio funerario
ensucie de cenizas
el cielo de esta tarde.

No puedo permitir
que el pie de un muerto
—el peso impronunciable de un cadáver—
irrumpa de repente en el paseo
como un pájaro caído de las ramas.

No,
porque la muerte es otra cosa
distinta de esta dicha
en playera y bicicleta:

Los muertos no andan por el parque,
no juegan con los niños
ni salen de paseo.

Un muerto es un asunto de otro día,
de tardes sin amor
sin risas
sin dinero…

(pongamos,
por ejemplo,
de un domingo)


Sobrevuelo

Un bosque en las afueras
jardín de las mansiones
La extensión de la urbe
como el miedo
El panteón en que reposa
el polvo de mi abuela
Los circuitos fractales
de la Ciudad Satélite
Las torres triangulares
de Luis y de Mathias
Los techos industriales de Naucalpan
El pulso esclerótico
del Anillo Periférico
Los lujosos condominios de Las Lomas
Los lujosos hoteles de Reforma
Chapultepec y su lago de aguas verdes
Un parque de la infancia
La espuma de los días
Insurgentes y su síncopa sanguínea
Nuestra Señora del Tránsito Aéreo
El arroyo supurante del Viaducto
Dos campos de futbol
—uno de tierra—
La fatídica entrada de un juego de pelota
La miseria del invierno palpitante
Los pobres hacinados en el hambre
El miedo de caer
La pista aérea
Mi ciudad y el recuerdo de mi casa
Ulises y el recuerdo de su casa
Mi alma
y la sombra de mi alma


Guijarros

Bajo tormentas la playa
Será soledad de arena

LUIS CERNUDA

Rescoldos de un naufragio
refulgen sin luz sobre la costa
y vista desde aquí
la playa
se extiende lejano borde de promesas.

Restos de sí
las piedras sólo aspiran a ser piedra:
humildes piezas de una exacta orfebrería
cumplen con su destino de arena inexorable.

Por eso nos sorprende
―algunas veces―
el eco inesperado de unos ojos
que puebla la mañana de reflejos.


Soneto 12

Cf. Marcial I, 10

Pintaba para más, mas despintóse:
De sed, como la rosa, marchitóse
la leve flor que, anoche, al leve roce,
de placer en espasmos consumióse.

Sonaba bien —¿y bien?: Desafinóse
el arpa en que el deseo reconoce
el exacto tañer con el que el goce
desata su corcel… Y desatóse…

Mas al alba el jinete descubrióse
yaciente junto a bestia tan feroce
—el corcel que en jamelgo transformóse—

tan fiera, pues, que no halla quien la glose,
prodigio que la vista desconoce:
Ajada, cruda y fea, tose y tose.

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