miércoles, 8 de agosto de 2012

Dalí Corona



sobre el autor

Dalí Corona (Ciudad de México, 1983). Ha publicado los libros Voltario (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2007) y Desfiladero (Chihuahua Arde, 2007). Ha sido incluido en el Anuario de poesía Mexicana 2006, FCE. Participó en el XII Festival de poesía en la Habana, Cuba en 2007. Poemas suyos han aparecido en diversas revistas y diarios del país, así como traducciones del portugués. Su libro Ansiado norte mereció el Premio Nacional de Poesía “Efraín Huerta” 2009, otorgado por el estado de Guanajuato. Becario de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de poesía, generación 2008-2009 y 2009-2010. Invitado en la Feria internacional del libro de Bogotá, Colombia, CORFERIAS, 2010. Beneficiario del programa Jóvenes creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), en la  especialidad de poesía, 2010-2011. Su último libro, Cartografía del tiempo, mereció el Premio Nacional de Poesía Joven “Francisco Cervantes Vidal” 2012. Actualmente hace guiones para la televisión.  

poética


poemas

Primaria


Los hombres, hijo mío, sí lloran.
Eduardo Langagne

La voz de mi hijo al despertarse
no es la misma que al cruzar
la puerta de la escuela.
Un río que en su viaje lleva peces
cuando a las siete en punto se levanta,
un páramo sombrío cuando suena
la campana que le muestra
que es la hora de empezar las clases.
Solemos platicar en el camino
de la casa hacia la escuela;
hablamos de los días pasados
y lo que haremos al iniciar las vacaciones.
Repasamos juntos
vocales y alfabeto,
corregimos juntos
nuestra expresión verbal
para las cenas familiares.
La voz de mi hijo en las mañanas
no es la misma que al cruzar
la puerta de la escuela, algo,
como un banco de peces
le cruza la garganta
y le impide decir “adiós, papá”
cuando me marcho.


Lunes


Lo levanté mucho más temprano que otros días
porque ahora la entrada es a las ocho.
Desayunamos fuerte;
le puse en la mochila varios lápices y gomas
y dos paquetes de colores, por si acaso.
Lo abrigué completamente
y le prohibí quitarse la chamarra
a pesar de que el sol ya comenzaba a calentarnos.
Con un cordón até a su cuello
un letrero que indicaba que ese niño
era el mío.
Lo acerqué a la puerta
y antes de arrojarlo a la soledad de la primaria
le dije que mi amor por él es infinito.
Se dirigió a la fila,
que es el patíbulo primero que recuerdo,
y vi cómo valientemente
caminó, sin voltear, hacia el salón.


*** 


El portero del grupo era Roberto, y Abraham
el que cobraba los penales. Andros, el que sin querer,
siempre anotaba un gol en nuestra contra.
Yo siempre fui un defensa central insuperable
con un extraño atractivo
para las niñas feas del salón.
Mi novia en cuarto año fue Xóchitl,
aunque siempre amé en secreto
a la niña que se sentaba frente a mí.
Nunca entre nosotros, los amigos,
se interpuso ninguna cosa. Nuestra amistad era tan fuerte
que ni las abrumadoras derrotas
que nos propinaban los niños de sexto,
siempre por goliza, menguaron el afecto.
Hasta que un día, de otro estado,
llegó a nuestro salón Patricia.
Llegó y nos hizo a cada uno
militar en equipos diferentes.



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